Por fin hemos podido pasear por las calles de Springfield en pantalla grande y confirmar algo que temíamos: la película de Los Simpsons no es más que un episodio hinchado. Sin los problemas de ritmo que cabía esperar, pero sin que se aporte nada que impida que hagamos esa consideración. Y es que hay una sorprendente ausencia de grandeza en la película, que hace que no tenga mayor trascendencia ni sea mejor que cualquier buen capítulo de la serie. No supone, por lo tanto, ningún punto y aparte que vaya a tambalear la casi inexistente continuidad de la serie o a redefinir a sus personajes. Se ha perdido la oportunidad de dar un impulso a una serie que necesita ideas nuevas para su subsistencia.
Y, sin embargo, no puedo negar ni que me ha gustado ni el hecho de que funciona. Más como complemento de la serie que independientemente, aunque eso estaba bastante claro y era difícilmente evitable. Pero aun así otra cosa que sorprende es lo poco que se mira el ombligo. Esto no sé si es un error o su mayor acierto; desde luego que prefiero lo que finalmente se ha hecho que un festival de referencias que nos recordara una y otra vez por qué es la serie más grande de todos los tiempos. Aunque eso mismo es lo que le impide llegar más allá. Ya nos lo dice Homer al empezar la película en un falso gag memorable. Falso porque no hay ironía que valga. Realmente somos tontos por ir a ver al cine lo mismo que tenemos gratis a diario en nuestas casitas. Pero también nos recuerda que, pase lo que pase, no íbamos a perdernos todo esto. Somos así. ¿Qué estamos esperando entonces?

Vamos a dejar de lado que la premisa no es todo lo apocalíptica que tendría que haber sido (en IGN dicen muy acertadamente que era mil veces más retorcido el plan del Sr. Burns para dejar sin sol a Springfield) o que se desaprovecha en exceso al plantel de secundarios (excelentes los elegidos, eso sí). Si hay un acierto grande, lo que hace que salgamos convencidos del cine, es que la película está plagada de momentos genuinos que nos recuerdan por qué somos fans de esta serie. Hay cameos gloriosos (Green Day!), gags que vamos a estar chascarrilleando durante meses y unos personajes a los que acompañaríamos hasta el fin del mundo. No sólo los Simpsons, que experimentan una leve, imperceptible, evolución aunque sea mediante sentimientos y situaciones que ya han sido explotados en la serie (la relación de Bart con su padre, la enésima trifulca entre Homer y Marge...). Es ese sentimiento de complicidad que hace que Moe abra la boca y le rías la gracia. O que impacte tanto ver todos esos lugares comunes de Springfield devastados. Eso sólo lo puede lograr una serie que nos ha fidelizado tanto que ya es parte de nuestra cultura popular.
La película de los Simpsons está encadenada a las expectativas que tenga cada uno. Pero ni el fan más exigente puede negar que el gag de Homer y el spider-cerdo es uno de los más grandes que se han hecho. Es un ejemplo simple y muy tonto, pero ahí reside el encanto de la película: ofrecernos una vez más una colección de momentos memorables de nuestros personajes favoritos.
Y, sin embargo, no puedo negar ni que me ha gustado ni el hecho de que funciona. Más como complemento de la serie que independientemente, aunque eso estaba bastante claro y era difícilmente evitable. Pero aun así otra cosa que sorprende es lo poco que se mira el ombligo. Esto no sé si es un error o su mayor acierto; desde luego que prefiero lo que finalmente se ha hecho que un festival de referencias que nos recordara una y otra vez por qué es la serie más grande de todos los tiempos. Aunque eso mismo es lo que le impide llegar más allá. Ya nos lo dice Homer al empezar la película en un falso gag memorable. Falso porque no hay ironía que valga. Realmente somos tontos por ir a ver al cine lo mismo que tenemos gratis a diario en nuestas casitas. Pero también nos recuerda que, pase lo que pase, no íbamos a perdernos todo esto. Somos así. ¿Qué estamos esperando entonces?
Vamos a dejar de lado que la premisa no es todo lo apocalíptica que tendría que haber sido (en IGN dicen muy acertadamente que era mil veces más retorcido el plan del Sr. Burns para dejar sin sol a Springfield) o que se desaprovecha en exceso al plantel de secundarios (excelentes los elegidos, eso sí). Si hay un acierto grande, lo que hace que salgamos convencidos del cine, es que la película está plagada de momentos genuinos que nos recuerdan por qué somos fans de esta serie. Hay cameos gloriosos (Green Day!), gags que vamos a estar chascarrilleando durante meses y unos personajes a los que acompañaríamos hasta el fin del mundo. No sólo los Simpsons, que experimentan una leve, imperceptible, evolución aunque sea mediante sentimientos y situaciones que ya han sido explotados en la serie (la relación de Bart con su padre, la enésima trifulca entre Homer y Marge...). Es ese sentimiento de complicidad que hace que Moe abra la boca y le rías la gracia. O que impacte tanto ver todos esos lugares comunes de Springfield devastados. Eso sólo lo puede lograr una serie que nos ha fidelizado tanto que ya es parte de nuestra cultura popular.
La película de los Simpsons está encadenada a las expectativas que tenga cada uno. Pero ni el fan más exigente puede negar que el gag de Homer y el spider-cerdo es uno de los más grandes que se han hecho. Es un ejemplo simple y muy tonto, pero ahí reside el encanto de la película: ofrecernos una vez más una colección de momentos memorables de nuestros personajes favoritos.